TRES CORONAS

Las interpretaciones del silencio según las diferentes culturas

Mariano González Achi
Buenos Aires, Argentina

 

Bajo la línea de 20 decibeles (de acuerdo al oído humano) es posible percibir el silencio. Símbolo y motivo de respeto tanto como de provocación, el acto voluntario de no emitir sonido alguno suele asociarse a una de las formas más básicas de la comunicación. Sus implicancias, sin embargo, exceden ampliamente lo relativo al habla humana.

Solicitado en hospitales y bibliotecas, esperado en templos y entierros, las interpretaciones del silencio son esclavas de su contexto. Asimismo, en cualquier instancia en donde dos o más personas intercambien información, habrá espacio para el silencio. Dado que es imposible no comunicar, el hecho de negarse a hablar siempre es expresión de un sentimiento que impide la utilización de la palabra. Esta conducta resulta imposible de definir sin conocer (o intuir) la intención de quien permanece callado. En las sociedades occidentales el abanico de posibilidades abarca desde vergüenza y sumisión, hasta agresión, ira y desafío.

Cuando es usado con premeditación, es decir, estratégicamente, el silencio puede sugerir, aclarar, o dejar por sentado algo que el conversador supone que sus oyentes son tan perceptivos como para entender. Los estadistas, hábiles oradores, lo emplean con frecuencia. Una breve pausa luego de una frase significativa ayuda a que el auditorio termine de procesarla. Los relatos orales, hacen del silencio un apoyo que siempre agrega suspenso e incertidumbre a la historia que se cuenta.

El dedo índice apoyado de forma transversal sobre los labios en un gesto casi universal de pedido de silencio, a veces ayudado por un chistido corto. Una rosa sobre una boca cerrada es un símbolo recurrente dentro de varias mitologías que responde a los mismos propósitos.

Para el psicoanálisis, el silencio es una manifestación de la resistencia. Un paciente bajo tratamiento que interrumpe su discurso, y queda mudo, ha alcanzado un punto sensible de su conflictiva. Además, la ciencia psicológica ha llevado a cabo experimentos de laboratorio en los que hombres y mujeres han sido introducidos en espacios herméticos, privados de su capacidad sensorial. El silencio absoluto durante un tiempo prolongado supone una serie de efectos pseudo patológicos que varían de acuerdo a cada caso, manifestando principalmente alucinaciones tanto visuales como auditivas.

El silencio voluntario de una gran masa de gente, implica la búsqueda o demostración de respeto. En el tradicional minuto de silencio, solicitado en relación al fallecimiento de una persona importante para quienes le rinden tributo, la ausencia de ruido se transforma en efímero homenaje. Pocos días después de la caída del muro de Berlín en 1989, un grupo de activistas decidió crear frente a la puerta de Brandenburgo una curiosa expresión de paz y reflexión. La llamada Habitación del Silencio (Raum der stille) fue abierta al público en 1994 como un simbólico refugio del caos vivido en Alemania (y en el planeta en general) en su turbulenta historia reciente. Un lugar al cual sin distinción alguna cualquier persona de todo el mundo puede visitar y encontrar entre sus cuatro paredes un momento de silencio y meditación.

Las marchas del silencio por su parte, popularizadas en Argentina a partir del crimen de Maria Soledad Morales en la provincia de Catamarca en 1990 siguen conservando su potencia como hecho social y provocando la misma impresión en quien es testigo de una muchedumbre que camina sin hablar, portando carteles y esperando respuestas.

Las religiones mas difundidas suelen coincidir en que el silencio en un buen aliado del creyente. Es decir, le provee de una serie de ventajas dignas de ser explotadas: tranquilidad, facilita la concentración y su dialogo íntimo con Dios. Tanto el cristianismo como el islamismo acentúan el poder del silencio en relación al rezo. El budismo, por su parte, lo destaca como herramienta de iluminación espiritual y el hinduismo como fortalecedor del crecimiento interno.

Por otro lado, más de un guionista o persona vinculada al arte ha sabido encontrar en la ausencia de ruido un recurso absurdo para provocar el humor o la experimentación artística. El compositor norteamericano John Cage ideó en 1952 tres movimientos conocidos como 4’33» donde durante ese lapso de tiempo ninguna nota puede llegar a escucharse, solo un apenas audible sonido ambiente. La obra se transformó de inmediato en una de las más controversiales del pasado siglo. Mel Brooks, prolífico y original comediante, creó dentro de una de sus mejores series para televisión (Superagente 86) un artilugio tan incomodo como ineficaz. Destinado a eludir la posibilidad de ser escuchado por el enemigo, Maxwell Smart recurría a el cada vez que se necesitaba hablar en secreto. Entonces apretaba un botón oculto y el «cono del silencio» hacía su dramática aparición en escena.

junio 3, 2008 - Posted by | curiosidades | , ,

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